Es una relación a largo plazo. No va a ser cosa de «diseña algo y te vas», un sitio de internet es mucho más que un producto de comunicación extra para la empresa.
Sucede que me buscan muchas veces para que les diseñe un sitio de internet. Quiénes, son clientes muy variados. Escuelas, empresas enormes, empresas chiquitas, mexicanos, canadienses, coreanos. Desde una transnacional de tecnologías de la información hasta un taller mecánico.
Y la pregunta del cliente es la misma, obvia incluso: en cuánto me va a salir.
Yo saco el Excel, estimo la cantidad de trabajo que me llevará implementar las solicitudes del cliente. Automáticamente la hoja de cálculo me regala aproximados de impuestos, costos de equipo, utilidad, y sale el resultado final.
Se realiza el proceso de diseño de sitio. Se entrega. ¿Y se va?
Al principio asumí que el trabajo de generación de sitios de internet es algo sencillo que sucede una vez, y que el cliente podría regresar a mi pasados cuatro, cinco años, que quisiera un rediseño.
Y sin embargo, los negocios evolucionan mientras los sitios permanecen estáticos. Se añaden nuevas líneas comerciales, se modifican los servicios que se brindan, pasan las pandemias. Y los sitios siguen igual.
En cada sitio entrego el producto, doy una breve capacitación para que mis clientes puedan editarlo, y todos somos muy felices.
Pero, ¿y los cambios estructurales?, ¿quién se ocupa de ellos? Doy mantenimiento gratuito el primer año, ¿y después?
Mi base es WordPress, razones miles tengo para ello. Es un gestor de contenido que exige de actualizaciones constantes. Y pasan los meses y cuando algo se ofrece, me meto a sus sitios y me doy cuenta que no se ocupan de lo básico: versiones de WordPress, checar el spam, limpiar las bandejas, actualizar PHP.
Desde una perspectiva técnica, falta mantenimiento. Desde una perspectiva estratégica, abandono total del proyecto.
Entonces mi filosofía de trabajo ha cambiado. Asumo cada sitio como algo vivo, no como producto final sino como elemento que parte de una estrategia de mercado integral (sin vender la estrategia sola per sé, porque hoy en día nadie compra ya esas cosas).
Mi forma de aproximarme a clientes no es con un sitio. Es un «veamos tu negocio, propongamos algo». Analizo sus modelos de negocio, identifico sus objetivos y establezco canales de comunicación que les permitan cumplirlos.
El costo del sitio rara vez lo cobro en una sola exhibición. Prefiero un contrato a dos años por 500 dólares mensuales que vender un sitio de 2 mil dólares una sola vez.
Y el entregable nunca es el sitio. El entregable es una relación lógica del costo beneficio que tendrán mis clientes: cuánto de sus objetivos se han cumplido gracias a que rediseñaron su plataforma digital. Y al ser el sitio el eje evolutivo alrededor del que pueden suceder tantas cosas, es más fácil avanzar en más productos que justifiquen la inversión de mis clientes.
En síntesis, piensen muy bien en qué manos depositarán el diseño de un sitio -sí, aléjense de Wix y de Squarespace-. Sus sitios solos son un barco de papel a la deriva en la inmensidad del océano digital. Implican pensar, apapacharlos, darles dirección.
Planeen, tracen objetivos, establezcan una estrategia digital. Y denle de comer a su sitio, que está vivo.